(El Mundo, 15/2/2008)
Me voy de Barcelona con la certeza de que el móvil puede hacer algo más que los productos a los que fagocita. Me explico. El móvil es incapaz de competir en calidad con las digitales compactas pero a cambio puede realizar trucos que las cámaras digitales ni siquiera pueden soñar. Subir las fotos a Flickr desde cualquier parte del mundo, añadir información geográfica... Algunos fabricantes de cámaras empiezan a añadir conexión WiFi o accesorios GPS para geolocalizar las fotos pero su velocidad de reacción es menor que la de la industria de la telefonía móvil. Las posibilidades, con el teléfono, son mucho mayores. Y luego está la ventaja añadida de que siempre lo llevamos encima.
Pasa algo parecido con los navegadores GPS. Las versiones para coche tienen pantallas de gran tamaño y la experiencia de uso puede ser mejor que la del móvil, pero éstos, de repente, han incorporado brújula, acelerómetros, mapas con información de la forma de los edificios y un modo de guía para peatón. Alguna de esas funciones ya estaban disponibles en algunos modelos de GPS, pero la combinación de navegador con un dispositivo de conexión permanente, como es el móvil crea oportunidades ilimitadas para aplicaciones sociales, por ejemplo.
En definitiva, que son peores, pero más listo, más rápidos y mucho más polivalentes. Las posibilidades de muchos de los móviles que han pasado por la feria son infinitas. El problema, como siempre, está en el software, en tener las aplicaciones que realmente permitan explotar esas capacidades de forma intuitiva.
Y por supuesto en el precio de la conexión de datos. Mientras acceder a la red desde el teléfono siga dando miedo, aquí no hay nada que hacer. Y que las operadoras no nos cuenten cuentos. Es caro.