El tipo de información a la que puedan acceder los usuarios desde dispositivos móviles será determinante para que se popularice el uso de Internet móvil.
(La Voz de Galicia, 2/11/2008) Cuando salieron a subasta las licencias de telefonía 3G todas las operadoras se lanzaron a por ellas, pagando cifras de vértigo para hacerse con el negocio que preveían multimillonario de los usuarios manteniendo videoconferencias e intercambiando contenidos multimedia a todas horas.
Esto, en un país en el que según las cifras que ofrecen las mismas operadoras hay más móviles que habitantes, tiene el problema de que en un momento dado el crecimiento del negocio se frena porque simplemente no hay gente suficiente para hablar más minutos cada mes, y lo mismo sucede con los mensajes SMS y multimedia.
A por los datos
En esta tesitura, las operadoras llevan un tiempo intentando aumentar su volumen de negocio gracias al uso de Internet en el móvil. Pero hay tres problemas fundamentales que hasta ahora no han sabido afrontar para conseguir que este tipo de utilización de la telefonía 3G despegue: las tarifas de precios, demasiado caras e incomprensibles; la mala experiencia que para el usuario suponía la navegación por Internet desde un teléfono móvil, y la carencia de información interesante o relevante que consultar.
En el tema de las tarifas, aunque está habiendo cambios, la mayoría de las operadoras, si no todas, carecen de una tarifa clara y atractiva para sus usuarios que no requiera un Nobel en economía para saber lo que les va a tocar pagar a fin de mes, pues mirando las condiciones que vienen en la letra pequeña siempre resulta que las ofertas de navegación ilimitada en realidad tienen límites por mes o día, a partir del cual o la velocidad baja o se paga por ese tráfico adicional.
Experiencia horrible
Otro aspecto muy importante que ha echado para atrás a los usuarios tradicionalmente a la hora de navegar por Internet con sus móviles es que, simple y llanamente, era una experiencia horrible. Navegadores en los que la mayoría de las páginas no funcionaban a menos que hubiera una versión adaptada para dispositivos móviles, terminales con multitud de funciones pero extremadamente complicados de utilizar y muy a menudo además muy lentos en su funcionamiento por querer hacer muchas cosas con una potencia escasa, pantallas pequeñas y de escasa resolución en las que leer cualquier cosa es una tortura.
Tenía que ser Apple, una empresa que viene de fuera del mercado de los móviles, la que pusiera a cero el contador en este sentido y volviera a escribir las reglas de lo que se espera de un teléfono móvil con su iPhone.
Denostado por muchos, y con indudables limitaciones que exasperan aún a sus defensores más acérrimos, lo cierto es que la experiencia de usar un navegador de verdad en un dispositivo lo suficientemente potente como para moverlo con soltura y, sobre todo, tan extremadamente sencillo de utilizar que uno puede estar dedicado a la tarea que quiere hacer en cada momento y no en cómo hacerla, ha cambiado radicalmente la percepción por parte de los usuarios de lo que se puede hacer con un terminal móvil y, en especial, de lo que se puede esperar de uno, lo que ha obligado a prácticamente todos los demás fabricantes de móviles a sacar al mercado modelos similares.
AT&T, la operadora con la que funciona el iPhone en Estados Unidos, habla de cifras de crecimiento de dos dígitos en el uso del acceso a Internet de sus clientes, lo que atribuye a este, que se ha convertido en el cuarto dispositivo móvil de acceso a Internet más popular del país y en el noveno del mundo desde su salida al mercado.
En la palma de la mano
De todos modos, la pieza que acaba por darle sentido a todo esto, y sin la que las dos anteriores no tienen sentido, es la de la información a la que se puede acceder con un teléfono móvil. Mi impresión es que será la información muy local y cuya necesidad surja sobre la marcha la que los llevará a utilizar los móviles para acceder a Internet de forma cotidiana, información a la que a menudo, hasta ahora, no se le ha dado ninguna prioridad.
Información como, por ejemplo, dónde está la ferretería más cercana, cuánto falta para que pase un autobús, si quedan entradas para una sesión de cine o cuál es el edificio que uno tiene delante de las narices.
En este sentido, una aplicación que sin duda servirá para abrirle los ojos a muchos es la recién lanzada versión de Google Earth para el iPhone. Con ella no solo se pueden ver imágenes a vista de pájaro de todo el planeta junto con fotos albergadas en Panoramio e información de la Wikipedia, sino que gracias al GPS la aplicación sabe, si se le da permiso, la ubicación del usuario en cada momento y es capaz de hacer búsquedas del estilo de «restaurantes cerca de mi ubicación y similares» de una forma rápida y extremadamente sencilla, poniendo el mundo en la palma de la mano del usuario.
Y esto en la primera versión de la aplicación: Habrá qué ver que nos permite hacer en un par de años con iPhones y similares más potentes y mejores conexiones -y más baratas, esperemos- de datos.